Vigilia Pascual, 20 abril de 2019
Sermón predicado por el Padre Daniel Vélez Rivera ~ Iglesia Santa María Virgen
Lecturas: Isaías 65:17-25, Salmo 118:1-2, 14-24, 1 Corintios 15:19-26, Juan 20:1-18
¡Aleluya, Cristo ha resucitado! ¡Felices Pascua de Resurrección! Las lecturas de la Vigilia
Pascual que escuchamos al comienzo de la Misa nos invitan a reflexionar en la dicotomía de
Jesús: hombre y Dios, a reflexionar en la dualidad de su identidad y sobre todo a reflexionar en
el misterio que es Jesús Dios. Recordemos cómo empezó la Misa de hoy – comenzamos con la
dualidad de la obscuridad y la luz – como fue en un principio según escuchamos de la lectura
de Génesis cuando en el principio lo que había era confusión, no había nada en la tierra…y
entonces Dios dijo “haya luz” y Dios vio que la luz era buena. El fuego que se prendió a la
entrada de la iglesia es símbolo de la presencia primitiva de Dios, de ahí se encendió el Cirio
Pascual - símbolo de la luz perpetua de Jesús.
Todos los servicios de la Semana Santa nos invitan a mirar esa dualidad divina de Jesús y a
reflexionar sobre ella. Uno de los servicios que hacemos en San Gabriel, mi iglesia en Leesburg,
es el servicio de las Tinieblas en la noche del miércoles Santo. Esa es una de las Misas favoritas
mías en la Semana Santa. El simbolismo de esa Misa es el opuesto de esta Vigilia Pascual,
porque comienza con la Iglesia iluminada, y después de cada lectura e himno se van apagando
las luces llevándonos hacia el Calvario obscuro del viernes de Dolor. Lo más importante de esa
Misa es que la última vela, la llama del santísimo, nunca se apaga, en esa Misa ponemos la vela
del Santísimo detrás del altar por unos segundos para recordarnos de la dualidad y del misterio
de Jesús, luz que nunca se extinguió por completo. A la vista, Jesús murió, pero cuando las
mujeres fueron al sepulcro los ángeles les explicaron a ellas que había resucitado. El misterio de
la muerte de Jesús es inexplicable. Reflexionemos entonces por un instante, ¿será que Jesús el
hombre y Dios murió como nosotros morimos? ¿Será que su luz se extinguió del todo? De la
única manera que yo personalmente puedo intentar entender el misterio de su resurrección es
afirmando que su luz nunca se apagó. La metáfora de luz en la Misa de las Tinieblas describe
cómo fue la muerte y resurrección de Jesús; fue como poner la vela del Santísimo detrás del
altar – luz que nunca se extingue. El Credo de los Apóstoles nos dice que Jesús descendió a los
infiernos, para llevarle la promesa de luz eterna, vida eterna y Gloria eterna a nuestros
ancestros fallecidos de la misma manera como nos lo prometió a nosotros y a nosotras. Esa es la
revelación del misterio de Dios que se nos manifestará claramente en el porvenir
¿Dónde está esa luz entre nosotros? Solo han de mirar a su alrededor, vean la luz de Jesús que
tienen ustedes en esta comunidad de Santa María. Vean a Jesús presente en los rostros de cada
uno de ustedes. Jesús está vivo en ustedes: está vivo en su fe, en el amor que le tienen a su
sacerdote, en el amor por esta iglesia, en su veneración al Altísimo, en sus actividades, en las
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comidas que preparan, en las flores que le ponen a la Virgen, pero sobre todo Jesús está vivo en
ustedes como comunidad viva de seres humanos vivos. La luz de Cristo está aquí y el amor de
Cristo reina con ustedes.
En la lectura del evangelio de hoy escuchamos cómo María y las otras mujeres se fueron
corriendo con temor desde el sepulcro vacío. A pesar de la incertidumbre abrazaron el misterio
de Jesús y dieron testimonio de la luz que nunca se extinguió.
A lo mejor cada uno y una de ustedes tiene momentos en sus caminos de fe cuando se enfrenta
al misterio de Jesús, hombre y Dios, y se confunde. Les invito a seguir los pasos de María
Magdalena, de Juana, de María la madre de Santiago y de las otras mujeres – ellas tuvieron
temor y confusión, pero no dejaron de dar testimonio de la luz de Cristo. Muestren sus rostros
con amor, pues son el rostro de Jesús. Que la llama del misterio de esa luz perpetua de Jesús
brille en ustedes hasta que nos encontremos con Jesús en la Gloria. ¡Cristo ha resucitado!
¡Aleluya! ¡Que Dios les siga bendiciendo! Amén
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